El uso de briquetas y pellets como biocombustibles se ha extendido en estos últimos años. Ambos se suelen confundir aunque son fáciles de distinguir. Hay que diferenciar también los biocombustibles forestales sólidos que son transformados de manera química, dentro de los cuales está el carbón vegetal, de los que se transforman de manera natural como son las astillas, leña, briquetas y pellets.
La densidad de las briquetas y los pellets es muy alta si lo comparamos con la densidad de las astillas y la leña, y las briquetas a su vez son más densas que los pellets, superan los 3 cm de diámetro. Las briquetas son naturales y ecológicas y su forma es cilíndrica aunque algunos fabricantes las presentan de forma rectangular u octogonal.
Las briquetas, al igual que los pellets, se crean por la compactación de la biomasa, normalmente de astillas. Son menos contaminantes y más económicas que el carbón, además de producir menos cenizas.
Hasta aquí los pellets y las briquetas parecen similares. Nos decantaríamos por las briquetas para el uso doméstico en estufas, hornos, calderas individuales y chimeneas y también para algunas actividades industriales. Optaríamos por los pellets como alternativa a las calderas de carbón mineral que se utilizan en algunas comunidades de propietarios por su fácil manipulación.
Las briquetas debido a su alta densidad aportan un gran poder calorífico, y menor nivel de humedad, esta es una de las principales ventajas para ser elegidas como biocombustible frente a los pellets. Las briquetas arden de manera lenta, es decir, su combustión es tranquila y contaste, que hará que se mantengan en el hogar por más tiempo ya que en su interior hay menos aire y su densidad es mayor.
Los pellets y briquetas tienen precios económicos y estables, que hacen que se vean como una alternativa de los combustibles fósiles. Su utilización se generaliza por toda Europa. En ciertas regiones de África el uso de las briquetas, gracias a Naciones Unidas, se lleva a cabo principalmente para cocinar.