La alimentación "kilómetro cero" se basa en comprar productos locales cuyo origen sea inferior a 100 km del punto de distribución. Se trata de tomar conciencia del origen de lo que compramos para favorecer las economías locales y reducir los transportes de la alimentación.
Intenta ayudar a los pequeños productores que no pueden competir con grandes distribuidoras que ofrecen precios muy bajos valorando la cercanía del producto y su correspondencia con la temporada. Supone por el contrario un menor gasto en energía que repercute directamente sobre el medio ambiente y la economía, pudiendo compensar el precio al consumidor. Es una forma de evitar las llamadas “autopistas” de la alimentación. Si una legumbre que es producida en nuestra región es sustituida por una que ha viajado miles de kilómetros estamos destruyendo la economía local y consumiendo combustible innecesariamente.
A nivel gastronómico se fomenta la producción de alimentos de la gastronomía local, asociados directamente a la producción de temporada. Y estos a su vez suelen ser variedades tradicionales a las que ayudamos a conservar.
Otro beneficio es la simplificación en los métodos de conservación ya que se comercializan de forma más directa y cercana.
Se reducen la cantidad de intermediarios de forma que el pequeño productor pueda recibir un precio más justo por su producto.
Sin necesidad de que se advierta en un etiquetado añadido podemos aplicar esta filosofía a nuestras compras leyendo las etiquetas, siempre que el origen de los alimentos no desaparezca de ellas para poder ejercer un consumo responsable y consciente. Y ponerse las pilas con los calendarios de temporada de nuestra región que nos dirán qué encontrar de nuestros agricultores más próximos.