Hay varios tipos de suelo, cada tipo tendrá una serie de características positivas y negativas y cada uno estará adaptado a unos determinados cultivos. Así mismo las técnicas de laboreo serán distintas según el tipo de suelo.
Tipos de suelo:
- Tierra arcillo-arenosa. La mayoría de los cultivos se desarrollan bien en este tipo de terreno. La retención de agua es buena y la aireación también. Si contiene la cantidad de materia orgánica adecuada carece de propiedades negativas.
- Tierra arcillo-limosa. La retención de agua y abonos es muy buena. Si se laborea de forma adecuada es una de las mejores tierras para cultivos. La aireación no es buena. Es difícil de labrar.
- Tierra arenosa. Se calienta rápidamente. El aireamiento es muy bueno. Las semillas germinan fácilmente. Se enfría rápidamente. Retiene mal el agua. El abono se descompone muy deprisa y desaparece en el subsuelo. Necesita mucho riego y aporte de materia orgánica.
Aunque las labores a realizar serán distintas dependiendo de estos tipos de suelo, hay una serie de pasos a seguir a la hora de conseguir la recuperación y mejora de un terreno y que son comunes a todos ellos:
- Evaluar la profundidad y calidad del suelo. Es necesario tener como mínimo 30 centímetros de tierra fértil, si no habrá que añadir tierra fértil y materia orgánica hasta alcanzar esa altura. Por otra parte hay que evitar tierras donde antes se abusó de plaguicidas o herbicidas. Evitar zonas industriales o vertederos, ya que pueden estar contaminadas con metales pesados o dioxinas.
- Limpiar y despedregar. Consiste en quitar cualquier elemento extraño (plástico, papeles, metales…) y las piedras demasiado grandes, ya que pueden obstaculizar el laboreo de la tierra y el correcto desarrollo de las plantas.
- Nivelar. Repartir uniformemente la tierra en la zona de cultivo. Esto es importante sobre todo a la hora de distribución del agua y la instalación del riego.
- Aportar materia orgánica. La cantidad dependerá del tipo de suelo. Se puede hacer de varias formas, entre ellas mediante el aporte de compost o abonos verdes. De esta forma, se propician los procesos bacterianos y bioquímicos del suelo, reponiendo los nutrientes que absorben los cultivos.